El sol, agotado, se está derritiendo. Lleva brillando con fuerza desde bien temprano y, ahora, satisfecho y sereno, se derrama formando una cascada, bañando las paredes de los edificios. La sombra lo persigue, y a lo lejos se ve llegar a la noche. La luna ya asoma, tímida, en lo alto de el cielo. Evita encontrarse con el sol, pero ahora que él se aleja, lo observa embelesada, sin ser vista. El sol, fingiendo no verla, la mira de reojo, y desea ser tan lejano como las demás estrellas, para compartir la noche con aquella dama. Antes de sumergirse en el mar para apagarse hasta un nuevo día, quiere regalar una despedida digna a aquella que le observa discretamente. Y despliega toda su belleza, formando en el cielo un estallido de color, tiñendo cada rincón de naranja, y sonriendo por saber que brilla en los ojos de tantas personas que, ahora que se apaga su fuego, no pueden dejar de admirar su belleza. La luna ruega a la noche que no llegue nunca, que pare el tiempo y retenga esa imagen hasta la eternidad. Pero ésta, queriendo derrocar al sol en cuanto a belleza, va apagando el tono anaranjado que queda suspendido del cielo y, poco a poco, va comenzando su reinado. La luna está tan contenta que hoy está completa, se ha llenado de la belleza del sol. Ahora, sintiendose protagonista, brilla con fulgor sobre la noche, observando divertida los miles de puntos luminosos que forman la ciudad. Y esperando impaciente el amanecer donde, de lejos, volverá a verle salir, deseando una y otra vez parar el tiempo.
2 comentarios:
Siempre es un placer leerte,sigue asi que llegaras muy lejos :)
Me encanta todo lo que escribes. Sabes que estoy esperado que escribas un libro pronto. Todo lo que sale de tu cabeza y pasa por tu mano es maravilloso.
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