lunes, 31 de enero de 2011

En nombre de la paz.


El viento arrulla calmado rozando la tierra. La tarde es serena, anaranjada, tocada de una ligera y amarga desesperanza. Un sudor frío recorre su rostro, aferrándose a la barbilla en un último momento, para caer finalmente al vacío. Sus manos tiemblan, peligrando la caída del arma que soportan, y su cuerpo entero permanece en tensión, intentando mantener los sentidos en un estado imposible de lucidez. A la trinchera se acerca, de cuando en cuando, el eco de los sonidos de muerte que se están sucediendo a pocos metros.
Bajo una orden de ataque, sale a correr esquivando cadáveres de quienes nada tuvieron que ver con todo aquello. Se hace inmune a lo humano, y conmienza a cargar contra inocentes y contra culpables, que al fin y al cabo no son más que inocentes que cargan con el peso de la responsabilidad de otros. El olor a pólvora y muerte impregna el aire, las cenizas manchan la conciencia de aquellas marionetas mortuorias, y los gritos desgarrados quiebran los cristales de las almas corrompidas.
Las piernas apenas responden, la vista no alcanza a ver hasta donde va a parar la bala que debía atravesar otro cuerpo. Corre, intenta salvarse del horror, los nervios afloran, y no le da tiempo a sentir dolor, porque ya no siente. Otro cadaver flotando en aquel mar de muerte, que será condenado al escuadrón del olvido.


Mientras tanto, a miles de kilómetros, suena un teléfono. Unos dientes afilados de hiena responden a la llamada: supuestas malas noticias. El oro negro se ha cobrado otra vida. El monstruo deja ver su consternación, y acto seguido, al colgar, se enciende un habano, celebrando la satisfacción de la entrega de sus títeres en nombre del dinero, al que ha puesto el sobrenombre de paz.


domingo, 30 de enero de 2011

Necesito salir.


Es lo que grita de vez en cuando. Me golpea el pecho y grita, me agita el pulso y logra sacarme una sonrisa. Yo corro a por papel y lápiz, y la dejo libre. Me guía por el papel, y escribe hasta saciarse. A veces, se marcha y lo deja todo inacabado, y me abandona con la incertidumbre de saber cual será el final. Pocas veces es constante y puede terminar lo que empezó. Es, simplemente, impredecible.
Necesitaba un lugar donde guardar sus trastos, sus retales, esbozos y textos finales. Y aquí está, compartiendolos con cualquiera que quiera hacerlos suyos.