miércoles, 11 de abril de 2012

Segunda vez.

A ti, a tu risa de cristal que no se rompe,

Crepúsculo al que la noche no alcanza.

A tu corazón, que late y no se cansa

De ganar batallas de altas torres.

A tu frágil pulso, que responde conforme

Al aferrarse a ese clavo de esperanza.

A tus viejas manos, sabidas de labranzas,

Y a tu voz, con la que regalabas canciones.

Hoy vuelve a escribirte, esta vez sin colores,

Con esta mezcla de orgullo y añoranza,

Aquella niña que una vez supo de amores.

Te escribo a ti, abuelo, a tus andanzas,

Porque ni los más grandes temblores

hacen tambalear nuestra esperanza.